Historia de ángeles I
Entonces fue que el ángel se acercó y dijo:
tendrás sed de mi carne y vagarás hambriento.
Luego, haciendo ondular su oscura cabellera
se hundió en la incertidumbre de su concepto
Intentaba el ingenuo comprender los alcances del ángel
entre fiebre y bostezo, vagas contemplaciones;
pertinaz, sin embargo, se enfrascaba en conciertos
de incomprensible música, salvaje y presuntuosa
Tendrás sed de mi carne y vagarás hambriento.
Y su cadera trascendió la condición humana.
El Unico, obstinado, doblegó el idioma
y lo hizo parir la flecha.
Quiso luego ejercitar su arco inconfesable.
Premunido de un cóndor se dispuso a la barbarie.
Y no logró más quietud que un deambular inédito
por las inmediaciones del hastío.
Quiso luego la forma, cogió su flecha,
la cadera del ángel se apagaba a lo lejos
hacia ella apuntó con intención diabólica
y un alarido turbó la paz inadmisible.
Tendrás sed de mi carne y vagarás hambriento
dijo el Unico al Angel
y lo ensartó en el infinito.
Historia de ángeles II
Yo quiero una mujer para apagar mis ansias,
dijo el ángel, y un gesto obsceno le oscureció el semblante.
Estoy harto de alas y miriñaques,
ahora quiero deshonrar mi estirpe entumecida.
Quiero unos pechos vastos, formidables
en extensión incierta como pensamientos humanos;
que se hundan en ellos mis torpes manos pudibundas.
Mis antiguas plegarias han de ser besos y saliva.
Quiero una inconfesable lujuria.
Se subleva mi espíritu macilento
mi espalda sudorosa se inclina sobre un cuerpo
que parece ardorosa convulsión del infierno
Quiero un goce satánico
dos piernas que agonicen de estertor
y dos manos que perturben mi agónico sentido.
No recuerden mis cánticos.
Mis alas están yertas.
Tan sólo quiero una mujer
y su nefasta dulcedumbre.
Historia de ángeles III
He pecado se dijo el ángel y una
repentina oscuridad asomó a su mirada
(antes sus ojos eran dos alondras)
dos pájaros muertos se asomaron a sus ojos.
He pecado y debo aguardar mi castigo.
Mientras tanto
cavaré una tumba
para dos pájaros muertos.
Historia de ángeles IV
Vean, por el sendero sin retorno va un ángel ciego
Nadie llora por él, nadie lo nombra.
A veces, lentamente, gira su torso blanco,
y mira hacia nosotros con sus ojos vacíos.
Amada de la Paz Molina Venegas. Santiago de Chile, 1945. Poeta y profesora de talleres literarios. En 1982 publica su poemario Memorias de un Pájaro Asustado,Editorial Universitaria. En 1989 publica Noche Valleja, Editada por FlavioTranchino. El año 1994 publica Cantos de Ciega Editorial La Trastienda.
En 1996 publica Neruda aparta de mí esta sombra, Editorial Rumbos.
El año 2003 publica La Boca del Miedo, Editorial Linajes, México y el
año 2005, Verbosa Dama Súbita Editorial Apostrophes. Paz Molina es
miembro de la Sociedad de Escritores de Chile.